EL PLAYLIST COMO ORÁCULO PUBLICITARIO

Recientemente tuvimos el placer – como profesionales y como fans – de producir junto a Sony Music un histórico concierto sinfónico con más de 20 de los principales exponentes del Rock en Español. Remover nuestras emociones de raíces rockeras no sólo nos hizo remontarnos musicalmente a las décadas de los 80´s y 90´s (bueno, y también de los 70´s), sino que también nos transportó a su contexto social, en una época donde internacionalizar la música era un reto tremendo. La producción de este proyecto, que tomó 2 años, nos permitió medir la verdadera magnitud del movimiento Rock en tu Idioma y el gran legado de sus representantes. Y a la vez, nos hizo caer nuevamente en cuenta del increíble impacto que tiene la tecnología en la trascendencia y expansión de la música.

El cambio de la industria de la música en las últimas dos décadas ha sido tan contundente que en algún momento – allá por el 2000 cuando Napster osó crear la primera red de intercambio de música en formato MP3 – su modelo de negocio se vio desdibujado y la vulnerabilidad de las discográficas pareció atentar contra su crecimiento. Pero en realidad ese momento de quiebre fue también uno de evolución, donde surgió una industria musical con un nuevo modelo de negocio y con una capacidad de arrastre todavía mayor, basada en la segmentación, que luego ha venido a exponenciarse con la llegada de las plataformas sociales.

La tecnología abrió un camino evolutivo a la industria de la música que al principio fue intimidante, pero que luego le permitió multiplicar su alcance y recobrar su esencia. El sólo y simple hecho de abrirle las puertas al público para poder seleccionar, opinar, e intercambiar su música favorita, abrió la puertas también a una red de comercialización ilimitada, que da cabida a una variedad mucho más amplia de oferta, géneros y contenidos musicales.

Los datos son contundentes. Sólo por mencionar un ejemplo, Spotify cuenta con más de 75 millones de usuarios, de los cuales 20 millones son suscriptores de pago, y declara haber abonado 3 mil millones de dólares en derechos de autor desde su creación en el 2008. Este año además informó que sumaría a su plataforma noticias y videos. A este gigante le han salido al paso Apple con su oferta en streaming lanzada al mercado a finales de junio, y Google.

Pero los beneficios que ha traído la tecnología van mucho más allá del acceso a una librería musical infinita y a la personalización de las listas. El talento emergente usa las plataformas digitales para exponer su música, generando un nivel de aceptación tangible e inmediato, con una audiencia claramente diferenciada, por lo que resulta cada vez más fácil captarlo y capitalizarlo. Por otro lado, el acercamiento de los cantantes o bandas con sus fans genera un nivel de conexión, de afinidad y de fidelidad que permite ampliar su éxito más allá de su música, a la vez que brinda mayores opciones de entretenimiento para sus seguidores, que no se limitan a dos horas de concierto o a grandes escenarios.

En Plataforma hemos producido durante más de una década eventos y contenidos musicales, por lo que hemos sido testigos presenciales de gran parte de los cambios en esta industria. Con más de 2 mil horas de transmisión vía streaming en nuestro haber, damos fe de las múltiples experiencias que se pueden vivir hoy en día a través de la música. Poder ¨asistir¨ a un concierto de tu banda favorita en un lugar remoto – tal como el que produjimos con Metallica desde la Antártida de la mano de Coca Cola – y poderlo compartir, comentar y disfrutar tanto en vivo como ¨en línea¨ con otros fans y amigos, es sin duda una experiencia única con un impacto incalculable.

Igual de incalculable que resulta el fanatismo que generan los nuevos grupos y talentos musicales nacidos con estas herramientas sociales a mano, como es el caso en México de la banda juvenil CD9, con la que recientemente produjimos una presentación en vivo y un DVD. Allí los chicos no sólo cantaron, sino que compartieron, se entrevistaron entre ellos, se divirtieron y se mostraron sin guión, ante un grupo de eufóricas fans que seguramente sabían más de ellos que de sus propios hermanos. Simplemente la conexión de esta generación con su público fluye de manera natural, al haber nacido en el mundo instantáneo de los ¨likes¨ no conocen separaciones entre la vida pública y privada, por lo que convierten a sus fans en sus ¨amigas/os¨, ¨compañeros de rutas y aventuras virtuales¨, generando un nivel de fidelidad que ninguna otra estrategia de marketing lograría.

Esta realidad, en todas sus modalidades, debe ser ¨música para los oídos¨ de las agencias publicitarias, pero debe también serlo para medios como la televisión, y para cualquier producto o marca que desee generar identificación con una audiencia en particular, no sólo por el perfil que de ella nos puede brindar, sino por la ilimitada variedad de contenidos y experiencias relevantes que se pueden crear alrededor de la música, y sobre todo porque es un lenguaje que suma público, que genera una conexión emocional, y que une generaciones incluso de diferentes orígenes.

Y es que la música es más que música. La música es también un estilo de vida que está integrado con el gusto por otras formas de arte, por otros géneros y experiencias de entretenimiento y, en consecuencia, con los productos que consumimos y las marcas con las que nos identificamos. La música es una expresión artística que no podemos fingir y que nos delata. Según la música que escuchamos se pueden predecir nuestros gustos en cuanto a estilo, ropa, comida, hobbies, productos, etc., convirtiendo al playlist en un poderoso oráculo publicitario, que está allí para quien sepa usarlo.